
LAS ACTITUDES SIN PALABRAS
Por Clor. FRANCESCA FEDRIZZI
Tango y Counseling: un binomio original y efectivo que nos facilita experimentar la Congruencia, la Aceptación y la Empatia en el cuerpo. El desafío de “olvidarnos” por un momento de la palabra y animarnos a sentir.
Un invitación a vivenciar que las actitudes no necesariamente requieren de palabras.
Taller vivencial. Con música en vivo.
Acompañar desde el counseling a personas afectas da afasia, constituye un autentico desafío. Como counselors, con estas personas no disponemos de una de nuestras principales herramientas de trabajo: la palabra. La afasia es la pérdida total o parcial del lenguaje y la comunicación causada por una lesión cerebral. Puede estar acompañada por hemiplejia, trastornos sensitivos, del campo visual, alteración de la memoria, de la concentración, de la atención y otros trastornos. Produce la sensación de que las palabras estén “enjauladas” y de no poder expresarlas. Las funciones cerebrales siguen intactas, los pensamientos fluyen pero hablar, leer, escribir, entender se hace imposible.
Para poder acompañar a estas personas necesitamos prescindir de la palabra. Animarnos a vivir la experiencia de la comunicación no verbal, a confiar en lo que sentimos en el cuerpo y en nuestra capacidad de trasmitir y comunicar con el Otro a través del cuerpo, es la única manera para acompañar a quien esta obligado a renunciar a la palabra. La experiencia de sentir la congruencia, la aceptación y la empatia en el cuerpo, es un paso imprescindible si nos animamos al desafío de percibir la realidad desde el marco de referencia del Otro, cuando se trata de un marco tan especial.
Las herramientas que me ha permitido vivir y experimentar las actitudes sin palabras son el Tango y el método terapéutico de la Tangoterapia.
Si bien la danza como expresión cultural se puede considerar universal espacio y temporalmente, el tango tiene características únicas: los demás bailes están muy lejos del tango porque no tienen improvisación, todo está muy organizado, muy coreografiado. Algunos bailes aceptan algún tipo de improvisación, pero son muy pocos.
Carl Rogers nos enseña que las condiciones necesarias y suficientes (con respeto al consultor) para que se dé el encuentro sanador y el proceso terapéutico son, que dos personas estén en contacto, que el consultor esté en un estado de congruencia interna, que el consultor experimente sentimientos de consideración positiva incondicional respecto al Otro, que el consultor experimente una comprensión empatica hacia el Otro.
Cuando aplicamos la Tangoterapia, los 3 ejes sobre los que se trabaja son, lograr un contacto con el propio cuerpo y con las propias emociones, el encuentro con el Otro, el encuentro con la música.
En el counseling se trabaja en el Aquí y Ahora. En el tango no puedo no estar en al Aquí y Ahora: si pienso en el pasado o en el futuro pierdo el presente. Como mujer todo el tiempo estoy bailando en un presente absoluto. Y el hombre si bien tiene que pensar el paso futuro también esta totalmente presente porque no puede dejar de pensar en la mujer. En la pareja que baila se manifiesta el autentico instante desatado, el eslabón liquido, sin un antes y sin un después.
Esta simple comparación nos habla del potencial terapéutico intrínseco en el baile del tango. El tango requiere que los bailarines estén en contacto con sus emociones, que establezcan un encuentro con el Otro desde la aceptación para lograr una conexión, un contacto empatico. En este sentido se puede decir que ambos, tango y counseling tienen los mismos requisitos o por lo menos muy parecidos; por esto, como el counseling, el tango en sí puede ser sanador. Ambos son encuentros, encuentros que pueden sanar.
El proceso de la rehabilitación de mi papá, afásico desde el 2009 y de muchos pacientes afásicos que tuve el privilegio de acompañar durante mas de tres años de actividad en la Fundación Argentina de Afasia, me ha enseñado que la empatia no requiere de palabras. Requiere ponerse en el lugar del Otro, sentir lo que siente el Otro, sin perdernos en el Otro sino experimentando desde la unicidad de lo que somos; y para esto las palabras no son necesarias. La comunicación no verbal, tan preponderante en nuestras relaciones vinculares, permite empalizar con el Otro de una manera completa y profunda. Si la persona que tengo enfrente no habla, puedo no hablar a mi vez, y al mismo tiempo tendré decenas de evidencias para entender lo que le esta pasando. La expresión de su rostro, la postura de su cuerpo, los movimientos de sus manos dirán mucho mas de lo que podrían decirme sus palabras, y además de manera mucho más sincera. El cuerpo no miente. Creo que el profundo deseo de comunicarnos con el Otro es lo que nos permite comunicar realmente con él. Nuestro profundo deseo de “encontrarnos” con el Otro es lo que nos permite encontrarnos realmente con él. “Encontrarse” no es sólo estar uno al lado del otro. Encontrarse es entrar en contacto.
En la tangoterapia, método Trossero, es la danza del tango la que nos permite estar en contacto, comunicarnos y encontrarnos. Propicia el ejercicio de la empatía, situándonos plenamente en el aquí y ahora. La danza del tango nos relaciona con el Otro y con nosotros mismos, con nuestras emociones; podemos aprender a reconocer que nos pasa a través del baile, que sentimos y que condicionamientos tenemos que nos impiden lograr el disfrute. El tango nos permite lograr una comunicación corporal con el Otro.
Trabajar con personas afásicas me ha despertado muchas reflexiones y varios cuestionamientos. Cómo se sentirán estas personas adultas que de repente pierden toda posibilidad de comunicación con el entorno, que vuelven a una condición parecida a la de un niño muy chiquito que todavía tiene que aprender a hablar y por lo tanto depende de la comprensión y de la empatia de los demás para que se entiendan sus necesidades? Que significa volver a aprender a hablar? Se puede vivir sin hablar en una sociedad donde la palabra es todo, donde somos lo que decimos y en la que los cursos de oratorias prometen solucionar la vida de las personas?
Después de un accidente que provoca afasia, las energías están puestas en la rehabilitación y en el recupero de la comunicación verbal; otras vías expresivas y nuevos aprendizajes suelen ser tomados en cuenta solo en un segundo momento. Mi propuesta con la tangoterapia para afásicos no apuntaba directamente a la recuperación de la comunicación verbal. Era, mas bien, una herramienta para desarrollar una comunicación complementaria, distinta y para la mayoría de los pacientes también novedosa. Una oportunidad para mirar la vida desde otra perspectiva, desarrollando la escucha, privilegiando el silencio en los vínculos humanos.
La verdad que no lo sé por experiencia personal lo que se siente cuando la vida te obliga a re-aprender algo que das ampliamente por descontado y te impone dar un paso aparentemente tan para atrás. Sin embrago mas de una vez me he atrevido a un pensamiento: puede ser el silencio una oportunidad para volver a aprender? Una oportunidad para ver la realidad de manera distinta? Maria Teresa, afásica, me contesta con pocas pero contundentes palabras: “estar obligado al silencio, te enriquece”.
Aprendí mucho de las personas afásicas; les estoy profundamente y sinceramente muy agradecida. Aprendí el valor del silencio y también el valor de la Comunicación en sentido mayúsculo, la importancia de comunicar de manera autentica lo que pensamos y sobre todo lo que sentimos con todo lo que somos, cuerpo, voz, intenciones, miradas, gestos. Aprendí que se a veces las palabras pueden mentir, jamás el cuerpo miente. Y también reconfirmé el inmenso poder de la empatia.
Mi trabajo con las personas afásicas ha sido un maravilloso disparador de preguntas, de inquietudes existenciales, de reflexiones. No poder hablar en la sociedad de la comunicación, en la que todos están comunicados con todos y todo el tiempo, es un hecho emblemático y no puede no tener un sentido mas profundo y que va mas allá de la enfermedad en sí. En el mundo del “Hablo Luego Existo” o mejor dicho del “Grito Luego Existo” la limitación del afásico es un desafío importante para todas las personas que quieran entender algo mas sobre la naturaleza humana y no se conformen con la Ley de la Jungla en la que simplemente el más fuerte se come al más débil. La condición del afásico es parecida y nos recuerda la de todos los que no tienen voz, por invisibles, por débiles, por excluidos: pareciera que con estas personas no se pueda lograr una comunicación. Pero yo me pregunto, dónde se encuentran los limites que impiden la mutua comprensión? En el emisor o en el receptor? Dónde se halla la obstrucción, en la salida o en la entrada? Dónde aparece, si aparece, la posibilidad de la comprensión? Bombardeados por ruidos y, en el mejor de los casos, por sonidos, hiper desarrollamos nuestro oído a menoscabo de nuestra empatia, de nuestros canales de recepción de las necesidades del prójimo. La empatia no es nada mas que el vínculo humano que nos une a todos: te entiendo no porque yo soy vos, sino porque como vos yo también soy humano, un concepto que podemos captar no tanto con la razón sino más bien con el instinto, con las vísceras. Una verdad que Terencio expresa tan maravillosamente con su Homo sum, humani nihil a me alienum puto([1]). Lo que es el silencio para adentro, lo es la empatia para afuera. Usando una metáfora universitaria diría que son materias correlativas: si no apruebo “Silencio” difícilmente podré aprobar “Empatia”. El primero me permite entenderme a mi misma y la segunda me ofrece la posibilidad de entender al Otro. Antes de poner en el Otro la culpa por la falta de entendimiento, valdría la pena asumirnos la responsabilidad de la falta de escucha, de la falta de empatia, de la falta de voluntad para entender y comprender.
Para que se logre la comunicación entre una “persona sin palabras” y otra, es necesario que la segunda recurra a su empatia. Si una tiene la oportunidad de conectarse con su interior gracias al silencio, la otra podrá conectarse con su esencia mas profunda, la humana, que la guiará hacia la comprensión del Otro. Y sin que se olviden, ambas, de aprender la una de la otra: ¡cuánto puedo aprender del silencio del Otro, valorándolo y aplicándolo también a mi vida con la certeza de que el Otro valorará a su vez mi empatia y sabrá devolvérmela!
Aprendí, porque realmente lo sentí en mi cuerpo y lo vi con mis ojos, que la empatia no necesariamente requiere de palabras.
Creo sea un error suponer que en la falta de comunicación y en las incomprensiones el problema se encuentre en el emisor. En realidad creo que muchas veces, quizás en la mayoría, el problema radica en el receptor, en la persona que no escucha, que no se predispone para recibir, no siente, no empatiza. Y esto pasa sobre todo cuando la comunicación evoca y despierta emociones incomodas y dolorosas. Si es cierto que el dolor ajeno nos pone en contacto y abre las puertas a nuestro dolor, la mejor manera para evitar de sentir el propio es la de no captar el ajeno. En este modo nos cerramos a nuestra natural predisposición a la empatia, porque haber perdido el contacto con nosotros mismos implica perder el contacto con el Otro: pongo un muro afuera de la misma manera que lo puse adentro. Pero lo que niego no solo me somete sino que además me enferma. El camino de la aceptación y del abatimiento de los muros interiores es el único que me permite abatir también los muros exteriores de la comunicación. Y yo creo que si logramos cambiar la comunicación realmente lograremos cambiar nuestra vida, empezando por el muro que sea, interno o externo no importa, uno lleva al otro, inexorablemente.
La experiencia con las personas afásicas que tuve el privilegio de vivir dentro y fuera de mi casa me ha enseñado con la claridad de los hechos como “comunicar” sea mucho más que “hablar” y “escuchar” no se refiera solo al sonido de las palabras. La comunicación humana es mucho más de las palabras.
Jill Bolte Taylor la neuroanatomista estadounidense que sobrevivió a un derrame cerebral describe en su libro ([2]) muchas de las sensaciones que yo tuve durante la rehabilitación de mi papá: con aquel cambio en mi hemisferio derecho, me volví empatica a lo que los demás sentían. Aunque no podía entender las palabras que decían, podía sacar un montón de información de su expresión facial y lenguaje corporal. Su descripción corresponde a lo que yo sentía con respeto a la actitud de mi papá; a pesar de sus silencios, yo sentía que él me entendía y su cambio impulsó hasta un desarrollo de mi misma empatia, porque me estimulaba a prescindir de las palabras invitándome a confiar en lo que sentía dentro de mí.
Mientras el hemisferio izquierdo de la autora estadounidense estaba flotando en un charco de sangre gracias a su hemisferio derecho saboreaba su unión con el flujo eterno. Y sigue. No me percibía a mi misma como un individuo, un sólido, una entidad con contornos que me separaban de las entidades que me rodeaban [...] esa ausencia de limites físicos, mejor que el mejor de los placeres que podemos experimentar como seres físicos era una beatitud gloriosa [...] me sentía como un genio liberado de su botella [...] Lo único que podía percibir era el aquí y ahora y era hermoso.
Leyendo me acordé de las palabras de Carl Rogers cuando habla de empatia: esta capacidad es una disposición a un estado de apertura perceptual y afectiva que por momentos es vivida como un estado alterado de conciencia, con un cierto borramiento de la conciencia de yo-no yo. Sujeto y predicado se confunden, y se integran en una "realidad" más abarcativa, más primaria y más espiritual.
Encontrar tantas conexiones me emociona.
Mi papá mas de una vez me habló de una sensación de paz y tranquilidad que lo había invadido después del ACV, que pareciera haber sido experimentada también por Jill Bolte Taylor cuando dice que a pesar de su trauma neurológico, una inolvidable sensación de paz invadía todo su ser, y se sentía en calma.
No hace falta ser afásico para perder las palabras. Todos las perdimos alguna vez en la vida, y no pudimos, quisimos o supimos expresarnos. Pero es gracias a los afásicos y a su preciosísima enseñanza que hoy tengo mucho mas clara la importancia de la expresión. La tangoterapia ha sido el instrumento que me ha permitido aprender de una experiencia que en un primer momento parecía ser solamente un gran dolor personal y familiar y, hoy en día, vivo como un autentico cambio de conciencia. El baile del tango nos hace entender muchas cosas: las metáforas suelen ser más claras de la realidad que representan. Y el tango es una autentica metáfora de la vida. Substituyendo hablar con expresar, y dándole un sentido más amplio al escuchar, incluyendo no solo la voz sino también al cuerpo, podemos entender como el tango nos pueda enseñar a vivir mejor. A todos, afásicos y no afásicos.
Sin expresarse y sin escucharse no se puede bailar tango y tampoco vivir bien y plenamente.
El taller que propongo, apunta a demostrar que Tango y Counseling son un binomio original y efectivo. Las personas afásicas han sido mis maestras, las que me han reconfirmado la importancia y la riqueza de empatizar con el Otro desde su marco de referencia, por diferente y difícil que sea. Propongo por lo tanto animarnos a esto, a vivir las actitudes sin palabras, usando el baile del Tango como herramienta. Una herramienta que me permite darme cuenta de lo que me pasa, me acerca al Otro facilitando que yo lo acepte tal cual es, confiando en lo que siento. Y me permite hacer todo esto sin recurrir a las palabras. Un instrumento que me predispone a sentir, a empatizar, a entender al Otro, a seguirlo y a guiarlo, sin hablar, pero si comunicando, comunicando todo el tiempo.
“Olvidarnos” por un momento de la palabra. Y animarnos a sentir.
BIBLIOGRAFÍA
AFRICANO, Publio Terencio, Heautontimorùmenos, 165 a.C.
BOLTE TAYLOR, Jill, Un ataque de lucidez, DEBATE, Barcelona 2009.
CARDENAS, Dra. Ma. Guadalupe, Guía Clínica de la Afasia Amnésica, Noviembre 2010.
ROGERS, Carl, El proceso de convertirse en Persona, Editorial Paidos, México 1993.
ROGERS, Carl; KINGET, G. Marian, Psicoterapia y Relaciones Humanas, Alfaguara 1971.
TROSSERO, Federico, Tangoterapia, Coquena Ediciones, Agosto 2006
VILLODRE CAMPOS, Raúl; MORANT GIMENO, Amparo, Intervención Multidisciplinaria en Afasias. Valencia, Marzo 2012.
[1]Publio Terencio Africano: “Hombre soy; nada humano me es ajeno” en Heautontimorùmenos (165 a.C.)
[2] Jill Bolte Taylor, Un ataque de lucidez, DEBATE, Barcelona 2009.