top of page

Los relatos y metáforas para la reestructuración cognitiva

frente al problema de la exclusión social

 

Por Ricardo Arrubla Sánchez

 

 

 

Introducción

 

El entorno actual de la sociedad, ha generado cambios profundos en la cultura, los individuos, y su forma de pensar. Cuando se produce un cambio en una sociedad, su estructura se altera, ya que emergen nuevas relaciones internas, surgen nuevos actores sociales, razones diferentes justifican la movilización y acción colectiva, así como nuevos intereses de desarrollo y nuevos enfoques políticos.

Para comprender dicho fenómeno, es necesario interpretar las nuevas formas de acción organizativa de las comunidades, su manera de emocionar, interactuar y exprezarse; lo cual puede hacerse desde las matrices conceptuales de habla, para compreder su estructura y los propósitos que cumple. Es así que para lograr la efectividad de los nuevos procesos organizativos, los indivudos y la sociedad misma, deben tener la capacidad de observarse, interpretar y modificar sus discursos, y con ello modificar sus estructuras de pensamiento.

Por lo que el artículo, presenta una descripción del cambio social, y propone que son los discursos, las narraciones y con ello, las metáforas socales, la clave para estudiar y determinar la estructura de pensamiento de las nueva organización social, y de esta forma comprender mejor sus dinámicas.

 

Rostros, máscaras y mascaradas

 

Pensar la sociedad en la actualidad, implica comprender que su rostro es de dos caras. Coexisten dos tipos societales, que se complementan y a su vez se contradicen. La sociedad industrial del Estado nacional, y la sociedad post-industrial globalizada. Dicha desarticulación fractura las relaciones entre Estado, representación y sociedad civil, desde su esencia ideológica, proveniente de las bases de tipo nacional-popular y político-céntrico, junto con una búsqueda que proviene de todos los sectores, y que intenta adaptarse a las nuevas tendencias mundiales.

A su vez existe un cambio del paradima clásico, el cual interpretaba la sociedad a partir de la existencia de una estructura1 como elemento determinante en la vida social y colectiva, a otro de las nuevas relaciones de mercado, dadas por el consumo, y la reclamación de derechos indivuales. A partir de la fuerza de las políticas públicas, y de la injerencia de las instituciones en las realidades locales, la acción colectiva se configura pricipalmente a través de cuatro ejes: la democratización política, la formación ciudadana, la reconstrucción de las economías nacionales, y la defensa de la subjetividad cultural.

Una de las características de las nuevas formas de acción social, es la construcción de sus relatos, los cuales dan identidad y motivan las formas de organización y movilidad social, ya que así le dan sentido a su vida. Son las explicaciones y narraciones la construccion subjetiva que fundamenta las actitudes, emociones, acciones e interpretaciones de la realidad, y las diversas situaciones que percibe un individuo y comparte con una colectividad. Por lo que los individuos, actuan, emocionan e interpretan desde relatos. En este sentido, el realto se presenta como una narración, discuso, historia o cuento estructurado a partir de un conjunto de significados, metáforas y simbolos, empleados para darle sentido a los acontecimientos de la experiencia y a la interpretación de los acontecimientos del mundo.

Por lo que se puede determinar que: “las creencias están constituidas por un saber polarizado en torno de los valores socialmente compartidos; el sujeto moviliza una o varias redes inferenciales propuestas por los universos de creencia disponibles en la situación en la que se encuentra, lo que es susceptible de desencadenar en él un estado emocional. El desencadenamiento del estado emocional (o su ausencia) lo pone frente a una sanción social que desembocará en diversos juicios de orden psicológico o moral”2.

De esta manera, lo que un inviduo dice, lo dice desde su relato: sus acciones, emociones e interpretaciones son representaciones de los relatos que tiene incorporados, y que a su vez aparecen y se desarrollan como producto de la interacción humana, de su experiencia con el entorno, y del intercambio entre individuos a través del lenguaje. Su construcción es colectiva, en terminos de Viven Burr “cuando las personas hablan entre sí, el mundo se construye”3.

Se puede afirmar que la realidad se interpreta a partir de los relatos que las personas construyen, los cuales a su vez son influidos por las diferentes opiniones durante los actos de habla, por lo que los realtos pueden ser transformados, cambiados y nuevamente reelaborados con el lenguaje, y por la influencia de la realidad y su efecto emocional. Los relatos surgen como construcciones colectivas que a partir de las vivencias diarias con las demás personas dan sentido a las actividades, y construyen una realidad social. Por estas razones se habla de relato social, como una forma de discurso social que posee el grupo de personas que conforman una comunidad, con base en el cual interpretan, emocionan y actúan en un dominio específico.

Para el antropólogo Cliffor Geertz: “El hombre es un animal inserto en tramas de significado que él mismo ha tejido, considero que la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultura ha de ser por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones” (C. Geertz)4.

Por medio del relato, se organiza la experiencia humana, la cual se construye dentro de un espacio territorial y al interior de una comunidad o grupo social, quien a partir del lenguaje realiza una construcción de representaciones simbólicas que le da sentido a las experiencias colectivas. La vida de la comunidad se instituye de manera narrativa, al relatar su vida, su experiencia se vuelve discurso presente en la representación que construye de sí misma.

Para García Canclini (1995: 107) cada individuo está inscrito en un relato social, producto de su experiencia y búsqueda de sentido, pero es la identidad “una construcción que se relata”. La identidad como relato es una narración grupal, un sistema de significaciones o, como afirma Lozano (1982: 33) es un proceso semiótico [ CITATION Bar80 \l 9226 ]”. Es “una galaxia de significaciones, no tiene comienzo; es reversible, se accede a él a través de múltiples entradas” (Barthes, 1980:3)5

En la dimensión identitaria se pueden encontrar significados de referencia común a todos los grupos sociales o comunidades, desde luego cada uno tiene su forma particular de experiencia y trayectoria, que manifiesta a través de relatos relativamente distintos.

 

La dimensión estética de la identidad

 

La identidad comunitaria determina el nivel de su estructura organizacional, mediante los diferentes relatos y discursos de sus integrantes, así como de los interesados en ella, y el propósito común de sus relaciones, en particular mediante la interacción a través del entretenimiento, deporte, ocio, y las relaciones comerciales.

La identidad de la comunidad es construida por relatos que tienen las propiedades de ser múltiples y contingentes, y determinan las actividades en las cuales se actúa, emociona e interpreta. Así, cuando se estima que una comunidad es “rumbera” y se establece a través de ciertos discursos, sus habitantes se verán condicionados por está connotación, y las experiencias que surgen de ella. Sin duda, los relatos que se construyen de sí mismos, pueden ser modificados de acuerdo con los cambios de los discursos del entorno y por las necesidades mismas de la comunidad. Todo esto puede ser observado para comprender el comportamiento de un grupo social, y su actuación e interpretación de la realidad, con el objetivo de encontrar posibles áreas de mejoría por la introducción de cambios en los discursos grupales o comunitarios.

Las acciones y actividades de los individuos, son guiadas por los discursos contemplados en la identidad de la comunidad, y si estos discursos, cambian, la identidad cambia y la estructura cognitiva cambiaría también. Es decir, los cambios en los discursos que construyen la identidad comunitaria o grupal, producen cambios en la identidad y, por consiguiente, cambios en la estructura de pensamiento.

De esta manera, comenzarían a aparecer nuevas relaciones entre las partes que integran la comunidad, y entre la comunidad y el entorno relevante. La modificación de los discursos mentales sobre los cuales se establece la identidad individual, así como la introducción de un nuevos discursos, hace que aparezcan nuevas relaciones sociales, las cuales producen cambios en la estructura de pensamiento, así como es posible que emerjan nuevas actividades con autonomía individual. De aquí que los discursos intervienen en la estructura de una comunidad. Los cambios relevantes en ellos o la introducción de nuevos modifican la estructura organizacional de la comunidad.

Además de esto, se dice que los discursos intervienen en la estructura de pensamiento, ya que determinan las relaciones y tipos de relaciones entre las partes de una comunidad, así como entre el entorno y la mima comunidad. Una manera de estudiar estas relaciones es mediante la observación de conceptos metafóricos relacionados con los discursos que nos llevan a interpretar discursos y comprender el comportamiento de las personas que conforman la comunidad, aspecto incluido en el proceso de intervención propuesto.

No obstante, algunas modificaciones en los discursos comunitarios o introducción de nuevos discursos no producen cambios en la identidad pero sí en la estructura, ya que aparecen nuevas relaciones en ella que hacen realidad las acciones desde los nuevos discursos. Por eso al ingresar a un grupo cultural, social, político o deportivo, se parte de un interés por reafirmar las identidades, se está en el grupo para ser, y durante la interacción social se generar procesos de interacción a partir de una experiencia “simbólica” en la que los miembros encuentran lo que les atrae, desde una perspectiva estética. Para Maffesoli (1990: 137) la estética puede ser entendida desde su etimología como “la facultad de sentir o experimentar”.

La experiencia estética de la identidad contiene varios elementos que la caracterizan en la dinámica de los grupos sociales, la diferencia marcada y en muchos casos radical, genera fenómenos que forman la persistencia de la exclusión social y su manifestación como virus mutante en constante transformación, que se propaga por las comunidades, la cual rehace los mapas conceptuales y recrea las prácticas sociales. Cada mundo metal se sostiene sobre concepciones distintas de procedencia. Detrás de cada una de ellas hay una metáfora que le aporta coherencia y sensibilidad, las metáforas funcionan como catalizadores del pensamiento y lo arraigan en los sentidos, y de este modo, preceden a los discursos teóricos y a las prácticas ciudadanas. Como dice Jorge Luis Borges, la historia no es otra cosa que la modulación de una metáfora.

La interacción simbólica producto de las dinámicas grupales, induce comportamientos colectivos, que orientan la búsqueda y conforman expectativas individuales. De su relación bullen metáforas que se construyen con el legado de distintas tradiciones, e ideologías que operan como matrices de pensamiento. Provienen de los procesos de estructuración individual con el mundo y la forma como se percibe la realidad.

Tienen una implicación social, que al momento de aparecer subraya la ruptura de los lazos de unión que constituyen la desafiliación, y debilitamiento de la vida en relación con los demás. Supone formas de entenderse en relación con el otro y los otros, dadas a partir de la experiencia de la vida manifestada por el siguiente lenguaje «el quedar fuera y al margen», «el estar desviado, aislado, incomunicado, alienado, o disociado». También, aparece la evidencia en términos físicos, y biológicos, descrita como «estar asfixiado, ahogado, arrinconado, frente al abismo», para otros representa estar a la deriva, con el sentimiento del náufrago.

En términos de quien excluye, el lenguaje metafórico empleado tiene palabras como “pintao”, “es de la otra orilla”, “es un bicho raro”, “Habla idioma diferente”, “su voz no suena”, “está en otra frecuencia”, “sus palabras me resbalan”. De diferentes maneras se busca urbanizar la experiencia sobre la exclusión, y en todo momento aparece fundamentada y arraigada en las representaciones colectivas y los modelos mentales que las sostienen, influyendo de este modo en el comportamiento y la actitud humana. Así, el grupo social construye murallas conceptuales para representar los mecanismos estructurales que orillan y expulsan a los desechables.

Estas son las partes que modelan la arquitectura de la exclusión. El sujeto excluido6 es tratado como un objeto, puede ser neutralizado y afectado emocionalmente por dichas circunstancias; lo cual incide en la percepción que tiene de sí mismo, y propicia la aparición de nuevos significados y proyectos vitales. Sin embargo, las circunstancias excluyentes pueden desplazar al sujeto pero no lo predeterminan, ya que a pesar del peso de dichas tramas y marañas, las personas pueden reescribir su vida, y sacar un aprendizaje valioso para fundamentar su pensamiento, y llegar a construir nuevas formas de lenguaje afirmativo.

 

Las estructuras excluyentes del lenguaje

 

Una de las maneras más usuales de producir el fenómeno de la exclusión, está en la forma como nos expresamos de determinados grupos o personas por razones de origen racial, etnia, sexo, edad, discapacidad, clase social y preferencias sexuales, entre otras. La más extendida en nuestra sociedad es la discriminación sexual, las mujeres por razón de su sexo, reciben un trato desigual y son segregadas al considerarlas inferiores a los hombres.

Históricamente el problema ha sido manejado como un hecho cultural, un problema de derechos humanos, atribuido a la pobreza y la falta de estabilidad de la democracia, reduciendo el fenómeno a la falta de políticas públicas y de manejo por parte del gobierno.

Pero sin duda, el problema tiene un trasfondo más complejo, ya que ha estado validado por la forma como nos expresamos frente a los otros y con personas del mismo sexo. De esta manera, en algún momento de nuestra vida, hemos discriminado y hemos sido discriminados con o sin una intención consciente, ya que es por medio del lenguaje que se reflejan, transmiten y refuerzan los estereotipos. El lenguaje no incluyente, toma la realidad a partir del género dominante como la única realidad, lo establece como el parámetro de lo humano, como lo universal sin considerar la realidad humana de los otros.

Puede verse evidenciado en el manejo de los duales aparentes, que son términos que adquieren significados diferentes según el sexo al que se refieran, la clase social, la cultura y la región de procedencia. Casi siempre tiene un carácter agresivo e insultante, en caso de zorro, haciendo relación al hombre como astuto, sagaz, inteligente, cuya valoración semántica es aceptada, y zorra, haciendo relación a mujer fácil, cuya connotación es negativa. Sucede lo mismo con cualquier y cualquiera, o aventurero y aventurera.

Se presenta también, la disimetría en los discursos, a partir del tratamiento desigual para las mujeres y para los hombres que dan lugar a diversos fenómenos, entre ellos los saltos semánticos, en los que se hace referencia sólo a un sexo de manera genérica, “los colombianos son personas alegres cuando están con su esposa y sus hijos”, se refiere sólo a los hombres, y genera exclusión hacia los demás. Otro fenómeno semántico se denomina la disimetría en la denominación, en la cual una persona es nombrada con la intención de conseguir menos renombre, mientras que quienes gozan de la posición social de poder, se resalta con mayor número de méritos y adjetivos calificativos.

El uso de diminutivos o adjetivos que impliquen inferioridad, menosprecio o desvalorización, y el uso de afirmaciones o frases estereotipadas que consoliden roles que desvaloricen y humillen a las personas. A nivel de género se emplean frases como: “las mujeres sirven sólo para dos cosas…”, “atienda a su esposo para eso es su mujer”, aunque el fenómeno se presenta también de modo contrario, “todos los hombres son iguales”, “deje de llorar que parece niña”.

 

Tan cerca, tan lejos: la distancia social

 

La distancia social se establece en forma de fronteras físicas y simbólicas, producto de la representación cognitiva del pensamiento, su influencia produce el fenómeno de la frontera, acompañada del distanciamiento social. La frontera es el resultado de las representaciones cognitivas que las personas tienen o guardan respecto al otro, al que considera diferente, su institucionalización traza un margen imaginario que altera la proxémica y la kinésica expresiva dada a partir de la producción de enclaves territoriales, que se evidencian mediante mecanismos expulsores.

La exclusión al ser un mecanismo que aparece asociado a las formas de representación social y colectiva, también se encasilla en ciertos lugares, con grupos poblacionales específicos. Al estar condicionado por la palabra y el uso de las metáforas, tienen un impacto directo en las relaciones sociales, que pueden cristalizarse de manera dramática en la desestructuración psico-emocional, en la ruptura de los lazos de unión vecinal, en la perspectiva de futuro, y en la aparición de anclajes radicales de pensamiento.

El uso de metáforas de exclusión, no sólo nos impide ver el mudo de otra manera, sino que produce un efecto doble, con relación a los otros, surge el extrañamiento, lo entraño; y con relación a uno mismo, el fenómeno del extranjero. Los extraños son personas que no conocemos, que están fuera de nuestro alcance interpretativo, a quienes no comprendemos ni entendemos, por su parte el extranjero como lo representa Albert Camus, es aquella persona que se despersonaliza de la realidad, y por lo tanto vive por inercia, todo lo hace solo por hacerlo, no expresa ningún sentimiento de ningún tipo, ni odio, ni repugnancia, ni felicidad, ni amor, simplemente indiferente ante todo y todos.

El fenómeno se complejiza, al ser conscientes que la sociedad plural y multicultural, no solo genera un sinnúmero de extranjeros y extraños, los cuales cada vez en más difícil que encajen en nuestro mapa cognitivo, moral y estético. Lo cual puede llevar a la aparición de ciertas enfermedades mentales como la topofobia, (miedo irracional y enfermizo a ciertos lugares y situaciones), la xenofobia (miedo al extranjero), y la aporofobia» (miedo al pobre).

Este fenómeno puede hacerse mucho más crítico, profundo y conflictivo en las relaciones humanas, cuando aparecen mecanismos de defensa hacía la exclusión producto de la psicosis social, entre ellos la desaparición física, la limpieza social, y el repudio. También es frecuente la “satanización” del extraño, a quien se suele culpar de todos los males de la sociedad, y aparece reflejado en todos los relatos con una connotación negativa. Fenómeno que sucedió en los Estados Unidos, en los que siempre se asociaba a las personas afro descendientes con drogadictos, delincuentes y asesinos.

Otro mecanismo más sutil, pero no menos empleado, es la reducción instrumental del extraño a recurso productivo. Nos fijamos en la pobreza porque nos permite diferenciarnos socialmente, pensamos en los marginados cuando se trata de realizar trabajos desagradables e indignos, y los aceptamos mientras sobrevivan en calles marginales y miserables, pero cuando aparecen en los restaurantes o almacenes de compras, nos hiere y nos ofende. En total, su presencia es aceptada mientras se mantengan en los submundo urbanos.

 

Submundos, suburbios y marginalizados

 

Al igual que se crean metáforas para determinar al excluido, también se construyen metáforas espaciales, para focalizar la marginalización y territorializarla. Parte de la raíz de dicho pensamiento, proviene de la forma como históricamente se ha organizado la sociedad en el urbanismo, pensada con un centro y una periferia, en la cual la vivienda se ha valorizado de la misma manera, al centro están los más adinerados y en las afueras los sectores más pobres de la ciudad. Dicha condición tienen una relación directa con los factores de producción y consumo, trabajo y autonomía.

No estar dentro de la lógica del modelo de producción y consumo, significa perder la identidad personal, quedar en el grado máximo de exclusión, y recibir la connotación que tienen la sociedad para aquellos que lindan por dicho territorio.

 

El relato: una unidad de análisis e interpretación

 

Un factor importante del cual es necesario partir para generar cambios frente a la exclusión radica en comprender la forma como las personas se expresan y refieren frente a los otros, en las narraciones que usan, y los calificativos que emplean. Ahí radica la base cognitiva de las personas, por lo que la identificación de dichas palabras y expresión es fundamental para generar cambios frente al problema de las estructuras de la exclusión en el lenguaje.

La unidad del ser, su emocionar y sentir se proyecta en la estructura personal del uso del lenguaje, el cual funciona a partir del pensamiento racional. Se puede apropiar de nuevos procesos de transformación cuando pensamos siguiendo importantes versículos como el propuesto por Romanos 12:2: “Cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir; lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto”, o según la frase de Buda: “somos lo que pensamos. Todo lo que somos surge de nuestros pensamientos. Con nuestros pensamientos creamos el mundo”.

Ello indica que cada uno de nosotros se caracteriza y diferencia por el tipo de lenguaje que usa, la forma como se expresa de los demás, y las narraciones que ha construido en el territorio de su mente a lo largo de la experiencia de su vida. El territorio de metáforas, está marcado por la fuerza de palabras que anida en el pensamiento. Su poder es tan fuerte que influyen en nuestra naturaleza humana y en la forma como somos y nos comportamos ante el mundo. El lenguaje es el principio del pensamiento, cada palabra o frase que repetimos deja una huella en el cerebro, llamada surco neural.

Es en el cerebro que se elaboran nuestros modelos mentales, lo que permite adquirir juicios de valor, referentes conceptuales para interpretar el mundo, describirlo y comprenderlo. Su uso puede permitir tener una percepción armónica y clara de la realidad, u oscura y pesimista.

 

Prácticas de inserción a través de la reestructuración cognitiva

 

La reestructuración cognitiva es un proceso psicológico- comunicativo para ayudar a las comunidades, individuos y grupos sociales, a que observe críticamente su propia manera de actuar, emocionar e interpretar para encontrar posibles áreas de mejoría, por medio de la introducción de nuevos discursos o rediseño de discursos existentes, que modifiquen la estructura mental para incrementar la capacidad efectiva de pensar de manera incluyente.

Se plantea entonces que mediante el análisis de discursos se pueden distinguir unos de otros, y por la modificabilidad de los mismos pueden ser rediseñados. Igualmente, se plantea que se pueden introducir nuevos discursos en la mente de las personas. De este modo, el proceso de intervención permite, por medio de la aplicación de herramientas creadas con fines específicos, observar la comunidad, individuo o grupo social, conocer su formas de identidad, determinar su estructura de lenguaje, comprender su comportamiento por medio de la interpretación de discursos y metáforas en los diferentes niveles estructurales de su pensamiento, y con esto su observación crítica, y finalmente modificar discursos existentes o introducir nuevos que modifiquen la estructura de pensamiento, logrando con esto que las ideas de exclusión se abandonen mediante la incorporación de una lenguaje afirmativo basado en los derechos humanos, y sus principios de igualdad y la inclusión social.

De esta manera, se puede usar el lenguaje como arquetipos mentales para cambiar los modelos mentales. Puede comprenderse como un “juego de la traslación”, que permite dejar de percibir las cosas se veían antes. Se adquiere una perspectiva más transversal, alejando y acercando el foco según convenga. Es una habilidad que se entrena, y puede ser muy potente para descubrir conexiones que despierten nuevas formas de pensar.

Son cambios de dominio, cuyo modo más cómodo e intuitivo para fijar en la memoria es a través del lenguaje metafórico. Se pueden asociar a una frase, arquetipo, o relato, de tal modo que se construya una analogía potente que se grabe en la memoria, y llegue a producir diferentes formas de significar y emocionar. De ahí la importancia de usar metáforas, simbolismos, paralelismos, narraciones y relatos inspiradores para desatar el cambio de las estructuras de pensar, puesto que la preposición griega “meta” pasa al latín como “trans”, y “fora” se convierte en “ferencia”, de tal modo que la “metáfora” es una “transferencia” de un terreno de la realidad a otro.

Así, el pensamiento afirmativo se construye desde nuestro ser consciente al estilo de un escultor, que talla su obra con paciencia, perseverancia y cuidado, conforme a un plan previamente trazado, hasta lograr componer un modelo mental satisfactorio. El cincel son las palabras que nos quedan luego de eliminar de nuestro discurso todas las que de alguna manera contribuyen a perpetuar las relaciones de exclusión.

Sólo de esta manera una persona puede alcanzar el autodominio en la construcción de sí mismo, y está preparado para pensar y construir una conciencia fundamentada en los derechos humanos. Sin duda, este es un largo camino, y también una alta meta basada en el ideal de renovar nuestros pensamientos continuamente, paso a paso, a medida que nuestra capacidad se expande.

 

Prácticas de acompañamiento

 

Desde la perspectiva de la educación, la inclusión consiste en proporcionar la orientación profesional necesaria para comprender de donde provienen las estructuras de la exclusión social, y la manera adecuada para generar cambios desde el lenguaje en su transformación. Las prácticas inclusivas de acompañamiento intentan superar la mirada reduccionista, y las dificultades de acercamiento social producto de los referentes sociales y conceptuales, que imposibilitan la construcción de una experiencia cercana con los otros y la realidad, para vincular así al sujeto con el mundo de sus posibilidades y oportunidades.

Es además un llamado ético, a la empatía y la construcción de sinapsis humana, en la que exista un sentimiento de solidaridad con el dolor y el sufrimiento del otro, basados siempre en la orientación que deja la enseñanza del relato del náufrago, una vez se es consciente de la tragedia y de estar a la deriva en medio de la inmensidad del mar, las personas experimentar miedo, soledad, desespero y confusión, pero muy en el fondo de su corazón no pierde de la esperanza de sobrevivir, y la luz del faro que alumbra en el acantilado es la guía para que lleguen a tierra firme, para que las personas adopten el lenguaje de inclusión social, siendo éste el camino para producir espacios de comprensión y diálogo basados en el respeto.

 

 

Bibliografía

 

1 El análisis estructural en sociología implica la confluencia de ideas derivadas principalmente de Durkheim y de Marx. Lejos de ser contradictorias como a veces se ha supuesto, las ideas básicas tomadas de sus obras han resultado complementarias en una larga serie de investigaciones a lo largo de los años, que van desde las fuentes sociales-estructurales de la conducta desviada y la formación de la personalidad burocrática hasta el desarrollo y la estructura institucional de la ciencia. “el conjunto de los modos en que las prácticas de grupos e individuos están organizadas (instituciones) y relacionadas entre sí (procesos sociales), de manera que se crean unos ejes de desigualdad que configuran la identidad de esos individuos y grupos, así como los cursos posibles de la acción social (individual y colectiva). Dicho de otro modo, la estructura social sería la configuración de instituciones, reglas y recursos capaces de atribuir condiciones de vida desiguales a las personas en un momento y un lugar determinados”. JOSÉ ADELANTADO y otros (1999).

2 CHARAUDEAU, Patrick. (2011) Las emociones como efecto de discurso. Revista Electrónica Versión. Estudios de Comunicación y Política. Universidad Autónoma Metropolitana.

3 BURR, Viven. Psicología Discursiva. En The Person in Social Psychology, Psychology Press, United Kingdom, 2002, cap. 5.

4 Para Geertz, en “El desarrollo de la cultura y la evolución de la mente” del libro La interpretación de las culturas. P. 80 La cultura se aborda del modo más efectivo, continúa esta argumentación, entendida como puro sistema simbólico (la frase que nos atrapa es "en sus propios términos"), aislando sus elementos, especificando las relaciones internas que guardan entre sí esos elementos y luego caracterizando todo el sistema de alguna manera general, de conformidad con los símbolos centrales alrededor de los cuales se organizó la cultura, con las estructuras subyacentes de que ella es una expresión, o con los principios ideológicos en que ella se funda.

5 Barthes, Roland. (1980) S/Z. México, Siglo XXI.

6 Ser excluido significa la quiebra de los tejidos, que conforman el subsuelo de la vida humana y aseguran la protección, la confianza y la transmisión del sentido. Alude a la desconexión de los dinamismos sociales, de los intercambios productivos, o de la comunicación.

 

bottom of page